Este es uno de los asuntos más “peliagudos” actuales y de los próximos años. Y esconde una paradoja: se ha producido una impresionante reducción de la pobreza en los últimos 15 años pasando de un 47% de población mundial pobre en 1990 a un 22% en el 2010 (cinco años antes de lo previsto en los Objetivos de Desarrollo del Milenio) pero al mismo tiempo, van creciendo las desigualdades (medidas por el índice de Gini ) dentro de cada uno de los países. Y esta tendencia tiene visos de mantenerse…
¿Por qué ha ocurrido esto?
Por el impacto de la Globalización que se origina a través de los Acuerdos de Bretton Woods (creación de instituciones financieras mundiales: FMI, BM, GATT...) y del desarrollo de las TICS, que a su vez desencadenan las inversiones directas en el exterior, provocando la fragmentación de la cadena de valor, y la acumulación de K (en MH y BE) apoyada en los costes de MOD en LCC, combinadas con la reducción de aranceles en el desarrollo de la OMC.
¿Qué impactos ha generado?
La industria y por ende, el I+D, migra y migrará de Occidente a Oriente y de Norte a Sur, la población en Occidente envejecerá, existirá escasez energética y el entorno geopolítico se volverá complicadísimo para la visibilidad del negocio de las empresas y de las personas.
Esto, es en resumen lo que Orkestra define como la «Nueva Complejidad», caracterizada por profundas transformaciones en los parámetros y relaciones económicas globales que afectan al entorno de la competitividad en el que las empresas y las regiones se juegan el futuro de su liderazgo y el bienestar de sus ciudadanos.
Sin embargo, pese a este cambio colosal, las Administraciones siguen diseñando políticas de internacionalización basadas en la exportación, a pesar del cambio radical en las variables competitivas: costes, tecnología o marca.
La exportación se basa en la ventaja comparativa de alguna de las tres variables. Sin ellas, sólo la multilocalización o la transnacionalización pueden mejorar la competitividad empresarial. Y, sin ellas, será imposible disponer de un posicionamiento robusto y sostenible para empresas, regiones, países y personas. Y esta situación provocará un incremento de la desigualdad, empujando hacia abajo los salarios de las personas con menor formación y, por el contrario, pagando al talento sumas considerables.
Frente a la Globalización y al fenómeno imparable de las desigualdades de renta consecuencia de las diferencias salariales entre países emergentes y occidentales, solamente hay una solución: la Multilocalización.
Esta conlleva varias dificultades pero numerosas ventajas. Entre las dificultades, “la gestión de las organizaciones y de las personas que son tremendamente escepticistas con el comercio internacional ya que creen que sus valores y las identidades van a verse dificultadas” (Dani Rodrik en “La paradoja de la Globalización”).
Una segunda dificultad es el compromiso con el país, región o comunidad. Aquellos países, regiones, empresas que sean colectivistas (identidad grupal versus individual) parten con una ventaja fundamental: sus decisiones las toman en función no sólo de criterios económicos sino también de consideraciones sociales totales. Lo que Porter define como «Valor compartido»: consecución de beneficios privados y una amplia variedad de objetivos colectivos compartidos por la sociedad.
Los diversos enfoques concuerdan en que se hace necesario superar la tiranía del corto plazo y entender que los intereses de los accionistas (shareholders) no pueden ser contradictorios con las aspiraciones del conjunto de la sociedad (stakeholders). Por esta razón, es clave apoyar el capital local.
Entre las ventajas de la Multilocalización ya hemos hablado en posts anteriores de mantenimiento de los empleos, riqueza a través de impuestos, estado de bienestar, mayores salarios, multiculturalidad, innovación, apertura,..
¿Qué propongo?
Construir un relato diferente al actual que ponga en valor todo lo que hemos hecho hasta ahora y que nos muestre el camino a seguir en el futuro. Este camino pasa por la “apertura” sin precedentes salvaguardando la identidad, de tal manera que no genere miedos en las personas para realizar el cambio.
La apertura significa que necesitamos personas multiculturales, abiertas, que arriesguen, que tengan iniciativa, que dominen las relaciones personales y sus claves (diplomacia corporativa).
También necesitamos capital local que apueste por el desarrollo armónico de lo económico y lo social. Sólo así, seremos capaces de reducir las desigualdades, manteniendo el sistema de Bienestar que tanto ha costado crear. Aunque a corto plazo, los beneficios empresariales sean menores, paradójicamente, la multilocalización permite un posicionamiento internacional muy robusto porque apuesta por la diversificación en lugar de la deslocalización “pura”. Esto permite estar a salvo de los vaivenes de los ciclos económicos en la Nueva Complejidad.
07.11.2014 a las 11:20 Enlace Permanente
[…] queda visualmente muy patente en el gráfico anterior. Y, este fenómeno, está en el origen de la desigualdad creciente en las sociedades occidentales. La respuesta ha sido defensiva: reducir precios, dejar de producir líneas de productos enteras, a […]